El cuello de Charlotte era aprisionado contra las manos de
aquel enfermo, su rostro mostraba desesperación mientras que en el del sujeto
la felicidad y adrenalina reinaba en su rostro. La joven, intentaba quitarse a
toda costa a su agresor, arañazos, golpes en el rostro y puntapiés inútiles repartía
la chica, pero eso solo enfurecía más al enfermo que apretaba con mayor intensidad
su agarre.
Zafira observaba desinteresada, sabía que la seguridad en el
hospital tendría que ser bueno, a menos claro que fuera un hospital mediocre. En
todo caso siempre sabía defenderse, pero
esta vez prefirió mantenerse en silencio observando tal escena. La tranquilidad
del rostro de Zafira causaba terror, no había sentimiento alguno en la expresión
de su rostro, era por eso que la consideraban peligrosa, tal parecía que no sentía
remordimiento ni pena por alguien.
En decimas de segundos, la habitación se vio repleta de
enfermos que con ciertos intentos fallidos intentaban quitarle el agresor de
encima a la chica. Con un poco de esfuerzo y drogas lo pudieron sedar para por
fin salir de la habitación con el enfermo entre los brazos.
El cuello de la joven mostraba claras marcas rojas del
forcejeo, posiblemente se volverían moratones de tanta presión que brindaba
aquel loco, Zafira saco de su maleta un viejo conejo de felpa que situó en la
almohada donde la que sería su cama estaba. Negó con la cabeza como si aquel
improvisto la hubiese puesto de malas y se giro a Charlotte –regla numero 1... Nunca
dejes la puerta abierta en un psiquiátrico, los enfermeros tiene llave, los
enfermos no deben entrar sin autorización- levanto su delgado dedo sentenciando
aquellas frías palabras –y regla 2... Nunca te fíes de nadie- culmino con una inclinación
leve de cabeza, para después salir de nuevo por aquella puerta y dejar a Charlotte
confundida.
Charlotte era un suicida, la habían internado en aquel tétrico
lugar por razones más que obvias. Vivía en una familia donde la competencia
siempre estaba primero, la inculcaron que siempre tendría que sobresalir ante
todos lo que la llevo a quererse quitar la vida cuando su hermana mayor lograba
superarla. Sus intentos comenzaron por el simple cortar de sus venas, hasta que
fueron aumentando hasta el riesgo de
querer ahorcarse con un cinturón. Sus padres no lo soportaron más y sin dudarlo
la enviaron a ese lugar, con un celular como simple recuerdo del mundo que existía
detrás de aquellas paredes.
Zafira, recorrió corredor tras corredor, observando con
detalle su nuevo hogar, hasta que en una esquina a la altura del techo una
pequeña televisión se mostraba. En ella un reportaje salió al aire, el mismo
que expresaba como unos jóvenes serian internados por sus patologías tan
avanzadas. La joven psicópata, dirigió sus pasos hasta la entrada del edificio,
mostrando una tranquilidad inmensa y hasta cierto punto curiosidad. Habrían ingresado
ahora más enfermos nuevos, vaya sorpresa.
Las puertas del hospital se abrieron, y de ellas una
camioneta de un valor incalculable se mostro ante ojos de todos. De la misma,
descendieron cinco jóvenes: una mujer y el resto hombres. Los comentarios no se
hicieron esperar, las enfermeras no paraban de hablar entre ellas y Zafira no
pudo evitar poner mucha más atención en lo que decían. Según escucho, La chica
de nombre Tallulah padecía Tricotilomania, aquella enfermedad que presenta una
incontrolable necesidad de arrancarse cabello, las cejas, pestañas e incluso
vello púbico. De ahí claramente el porqué la joven llevaba un sombrero, no era simplemente vanidad, la joven estaba
calva de la nuca. Era castaña, de ojos marrones y cabello débil, su rostro
mostraba nerviosismo y fastidio.
Otro de ellos, parecía al contrario de la chica tener un
cabello aparentemente perfecto, en definitiva no tendría la misma patología que
la joven. Su nombre Georg fue repetido en varias ocasiones por las enfermeras, según
hablaban al contrario de la chica el padecía Psicosis delirante crónica, ¿Su
delirio? La forma en la que interactúa con los demás. Las palabras, saludos,
abrazos, besos y otras demostraciones con las que el ser humano común se
relaciona con otro son para él actos ridículos, sin sentido y en exceso
extraños. Para él, la mejor forma de conocer a alguien y forjar una amistad se
basa en torturas de índole físicas y psicológicas, por lo que un golpe y un
insulto siempre serán un buen reemplazo de lo que para el resto de la sociedad
sería un "hola" y un apretón de manos.
Tras situarse en un lugar cómodo, especialmente donde los
comentarios salían mas claramente Zafira se dedico a escuchar con claridad
aquellas descripciones, su rostro no mostraba mucho interés, mas sin embargo
por dentro algo movía su curiosidad.
Un tercer paciente descendió de la camioneta, Gustav. No había
mucho que explicar de él pues sus ojos rojos lo delataban, sin duda su patología
era drogadicción y alcoholismo, la misma que estaba incontrolable en los últimos
meses según decía, ocasionando que el joven dependiera absolutamente de esas sustancias
para comenzar y culminar el día.
El cuarto joven la sorprendió e intimido completamente, Tom,
su nombre reboto en cada centímetro de la cabeza de Zafira, pero su patología fue
lo que la hizo estremecerse aun mas. Satiriasis con síntomas de parafilia. Esa era
su enfermedad, la misma que si no se controlaba de inmediato originaria muchos más
problemas, entre ellos el gusto por el Sadismo, masoquismo, exhibicionismo,
voyeurismo, zoofilia, coprofilia, necrofilia, fetichismo y frotismo.
La joven psicópata dio dos pasos atrás como simple protección,
sin duda se mantendría lejos de aquel enfermo claramente diagnosticado peligroso.
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Nenas disculpen la demora, pero tenía problemas de conexión que
me impedían subir el capi.
Espero que les guste y que comenten, ya que esto me impulsa
a escribir.
Besos y nos veremos en el próximo *o*
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